lunes, 20 de febrero de 2017

Termómetro emocional

Conversando con una compañera sobre un proyecto relacionado con las habilidades sociales, salió en la conversación la posibilidad de emplear un termómetro emocional. A mi compañera le pareció interesante y, como todavía no he hablado sobre él aquí, he pensado que este es un buen momento para dedicarle una entrada.
¿Quieres saber en qué consiste? Sigue leyendo...

Un termómetro emocional es un recurso que busca utilizar la imagen del termómetro, con sus diferentes grados de temperatura, para relacionarla con las diferentes emociones que puede experimentar un alumno.
Si buscáis en Google "termómetro emocional" o termómetro de las emociones" encontrareis un montón de resultados e imágenes. Algunos termómetros se parecen a este:


Como se puede ver, este tipo de termómetros colocan una emoción asociada a la felicidad o a la alegría en la base del mismo y una emoción como el enfado en la parte superior. No me gustan este tipo de termómetros porque plantean las emociones desde una perspectiva dicotómica: alegría versus enfado.

También podemos encontrar termómetros como este otro.

En este caso ya no estamos en una visión emocional tan simplista, pero sigue sin gustarme por dos razones: Si plantea un recorrido emocional no tiene mucho sentido poner que alguien se muestra triste antes de estar enfadado. Si lo que trata es de agrupar juntas las diferentes emociones se ha perdido el sentido del termómetro como una manera de "medir" el grado o intensidad.

En mi opinión cada una de las emociones nos aporta una información esencial en relación a diferentes experiencias vitales. Repito, cada una de ellas nos proporciona un tipo diferente de información. La emoción del enfado y de la alegría se producen por situaciones totalmente diferentes, generan conductas totalmente diferentes y producen aprendizajes diferentes. No tiene sentido poner una a continuación de otra en un termómetro cuando operan en planos diferentes.
Este planteamiento, de forma básica, es el mismo que se recoge en el libro "El monstruo de colores". Todas las emociones tienen algo que enseñarnos. Así que no necesitamos un termómetro que reduzca las emociones a dos (alegría-enfado) o que las sitúe una a continuación de la otra (triste-alegre-serio-enfadado)


En su lugar, lo que necesitamos es un trabajo en relación a dos líneas complementarias:
  • Identificación de emociones: Esta parte corresponde al hecho de suministrar a los alumnos un vocabulario emocional que les permita identificar diferentes emociones. Podemos emplear "El monstruo de Colores" para obtener alegría, calma, rabia, miedo y tristeza (+amor) o "El Emocionario" para obtener una gama más amplia y concreta. La idea de esta línea de trabajo es hacer comprender a los niños de que todos poseemos diferentes emociones; que se experimentan en diferentes situaciones y se expresan de diferentes formas. En este sentido también me gustan las fichas de este tipo:
Existen diferentes fichas con las diferentes emociones y presentan de forma muy sencilla toda la información necesaria para identificar cada una de las emociones básicas. Mejoraría alguno de los motivos que causan las emociones, pero en líneas generales son bastante adecuadas para nuestro objetivo.
Sea de la manera que sea, debemos ser capaces de hacer que los alumnos entiendan que hay una gama de emociones y que todas ellas son importantes porque nos dan una información muy valiosa acerca de cómo vivimos las cosas.

¿Y que tiene que ver esto con el termómetro? Ahora vamos.

  • La segunda línea de trabajo es la que se relaciones directamente con la imagen del termómetro. El termómetro es un utensilio que nos permite averiguar la temperatura de nuestro cuerpo. Si la temperatura está bien no tenemos porque hacer nada, si la temperatura sube deberemos hacer una serie de cosas para retornarla a la normalidad. Si la temperatura sube en exceso deberemos hacer otra serie de cosas diferentes a las anteriores para detener e invertir la situación. En el ejemplo del termómetro sería algo así:
Si tomamos esta tabla, la ordenamos como en un termómetro y la coloreamos, obtendríamos algo como esto:
El termómetro representa los diferentes grados de temperatura que puede tener nuestro cuerpo.

Ahora vamos a llevar esta idea a las emociones. La imagen del termómetro no es algo vinculado a una emoción en particular sino algo que puede aplicarse de igual manera a cada una de ellas. De este modo, el termómetro es un recurso que nos ayuda a comprender el recorrido que tiene cada una de las emociones, identificar el lugar (la temperatura) en el que estamos y efectuar las actuaciones necesarias para volver a situarnos en el lugar óptimo.

Vemos un ejemplo concreto. Si aplicamos la figura del termómetro a una emoción como la rabia o el enfado nos encontraríamos con algo así:
Fijaos que la base del termómetro no es "alegre" sino "disgustado". La idea detrás de esta distribución es reconocer el derecho a estar enfadado por algo (una interrupción, no sentirme respetado, una agresión, un límite que ha sido traspasado, una injusticia, etc.). En la base del termómetro puedo sentir la emoción de una forma positiva y gestionarla de forma adecuada.
Conforme la escala sube, la emoción aumenta de intensidad. Sea porque el estimula que la produce se intensifica, porque no se ha detenido o porque no lo hemos gestionado adecuadamente, el disgusto pasa a molestia. En este nuevo estado nuestro control sobre nuestro comportamiento y nuestros pensamientos es menor que en la fase anterior. Continuamos avanzando y nos encontramos con un estado de rabia visible para alcanzar el finalmente el estado descontrolado de montar en cólera.
Si bien los nombres empleados no sean los más rigurosos, creo que la idea puede quedar clara. Nuestro grado de control sobre nosotros mismos desciende conforme ascendemos en el termómetro. 

Vamos con un ejemplo crucial de este enfoque empleando la emoción de la alegría:
Cuando nos encontramos en la zona verde del termómetro, la emoción de la alegría nos hace estar contentos. Se trata de un estado óptimo en el que podemos percibir los beneficios de la emoción y gestionar la información asociada. Según vamos ascendiendo por el termómetro, la emoción se intensifica causando una progresiva perdida de control hasta alcanzar el éxtasis; en el que uno se encuentra fuera de sí, totalmente superado por una excitación que somos incapaces de canalizar. La alegría, así vista, no es LA emoción buena, sino una emoción más con una gradación que hemos de aprender a gestionar.

Tal y como habíamos visto en una imagen anterior:
Diferentes grados de temperatura llevan asociadas diferentes actuaciones. En el termómetro emocional estas actuaciones tienen como objetivo permitirnos experimentar cada emoción de forma que podamos gestionarla para nuestro beneficio: Aprender sobre nosotros y nuestra relación con el mundo que nos rodea.

Las actuaciones que podemos realizar en relación con las emociones son muy variadas. Aquí una imagen de ejemplo:


Y aquí otra:


A mi me parece interesante asociar diferentes actuaciones a los diferentes grados del termómetro. Para ver un ejemplo volvamos al termómetro del enfado:
Como se puede ver, cuando me encuentro en verde, puedo comunicar mi enfado con tranquilidad (decirle a una persona que algo me ha molestado, pedir que alguien deje de hacer algo que no me gusta, comunicar que algo no me parece justo o correcto, etc.). Cuando paso a amarillo mis habilidades para comunicarme se ven afectadas por la intensidad, así que es probable que hable gritando o no sea respetuoso con el otro. Es necesario actuar para rebajar la intensidad hasta que vuelva a entrar en la zona verde. No es recomendable comunicarme mientras estoy en amarillo porque no trasmitiré mi mensaje de forma óptima. Si llegamos a naranja estamos en el límite del auto control. Tendremos que realizar un esfuerzo grande y, tal vez, pedir ayuda a otros para que nos acompañen y ns ayuden a reducir la temperatura. En el último color, el rojo, no actuamos de forma racional y somos incapaces de controlar lo que nos está sucediendo.

Nuestro trabajo, como profesores, consiste en ayudar a los alumnos a identificar las diferentes emociones, entender los diferentes grados de intensidad de cada una de ellas y realizar las intervenciones necesarias para mantenernos en el grado emocionalmente sano.

Dos consideraciones extra:
  1. Puede ser interesante realizar un trabajo en el que los alumnos representen los diferentes grados de intensidad de las diferentes emociones. Si tomamos fotografías, después podremos enseñárselas y pedirles que identifiquen a qué emoción y grado corresponden y qué podría hacer esa persona para ponerse en la temperatura adecuada. Este entrenamiento en identificar el proceso al completo será fundamental cuando ellos vivan la emoción en su propia piel.
  2. Hay alumnos que tienen poco recorrido emocional, es decir, que sus tramos amarillos y naranjas son casi inexistentes. Pasan de verde a rojo casi inmediatamente. Estos alumnos necesitan expandir sus zonas intermedias, pues son aquellas que les permiten mantener cierto grado de control sobre lo que les está pasando y tomar decisiones racionales al respecto. Para ello, será necesario un trabajo.  
La imagen del termómetro que más se adecua a este planteamiento, graduada y genérica para ser aplicada a cualquier emoción sería algo parecido a esta:


Los alumnos podrían colorear el termómetro con las diferentes temperaturas para obtener algo parecido a esto:


Al lado de cada grado de color, se pueden anotar las actuaciones que podemos realizar para disminuir la temperatura de la emoción y regresar al verde.

Un termómetro de esta manera situado en un lugar visible del aula es un recordatorio al que hacer referencia cada vez que queremos que un alumno tome conciencia de la "temperatura emocional" en la que se encuentra y, más importante aún, actuar de la manera oportuna. (Enseñar a los alumnos a comunicarse en la zona verde de la manera adecuada será el tema de una próxima entrada)


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